jueves, 12 de diciembre de 2013

Estudiantes de la Facultad de Bellas Artes de Cuenca realizaron un 'Taller de dibujo emocional. Encuentro con las pinturas Murales de Alarcón'



Estudiantes de la Facultad de Bellas Artes de Cuenca visitaron el pasado fin de semana las Pinturas Murales de Alarcón para realizar un taller de Dibujo Emocional. Esta actividad, que ha contado con financiación de la UCLM, es el segundo paso de una serie de experiencias organizadas por el profesor Francisco Noguera, encaminadas a potenciar la capacidad expresiva de los alumnos de primer curso de la facultad conquense.


Con este taller se ha pretendido conseguir que los jóvenes sean capaces de dibujar de manera espontánea, con total libertad, sin predeterminar el motivo del dibujo ni juzgar el resultado hasta el final; casi como si la manocon vida propia, dibujara sola

Estas técnicas, que suelen ofrecer resultados sorprendentes, se pusieron en práctica en un contexto altamente inspirador: las Pinturas Murales de Alarcón, obra del artista Jesús Mateo, patrocinada por la UNESCO. Se escogió este lugar por ser considerado como un enorme "resonador emocional" que no puede dejar indiferente a cualquier alma sensible. La honda impresión que provoca la contemplación de esta obra fue descrita por el premio nobel José Saramago quien escribió, con palabras de asombro, que en Alarcón se logró "fundir en una expresión única (...) los colores sordos de la tierra para ir al encuentro de los colores luminosos del aire", por un artista, Jesús Mateo, que "nació del mismo árbol genealógico que dio los mejores frutos de Hyeronimus Bosch y Brugel, el Viejo. Tal como ellos, Jesús Mateo explicó el hombre. Por lo visible y por lo invisible".

Según Noguera, los adultos hemos perdido buena parte de nuestra capacidad de comunicar nuestras emociones. Desde la infancia, la educación nos empuja a no manifestar libremente los sentimientos con instrucciones que van desde los clásicos “hijo, no llores” o “no te rías, que es de mala educación” hasta otras represiones emocionales mucho más sutiles. 

Al principio de este proceso el resultado es que contenemos nuestras emociones, pero todavía somos capaces de experimentarlas en nuestro interior; pero después de años de represión emocional acabamos por perder, en gran medida, nuestra capacidad de sentir y de comprender las emociones, tanto las propias como las de los que nos rodean. Esta circunstancia es una de las causas de la frecuente falta de empatía y compasión de nuestra sociedad occidental, cada vez más fría.